I
No siempre habitamos en urbes.
Es un fenómeno más bien reciente.
De los trescientos y tantos mil años que nuestra especie transita por el mundo, no llega a diez mil el momento en que decidió construir pequeños asentamientos para pausar temporalmente su nomadismo, ni a cinco mil cuando se fundieron varias de esas pequeñas comunidades para hacer vida común.
El 97% de nuestra existencia como especie, ha sido de errantes cazadores y recolectores.
Pequeñas manadas recorriendo extensiones, en constante búsqueda de sustento y abrigo.
Un permanente deambular…
II
En el paso del Paleolítico al Neolítico vino la revolución agrícola y los hombres aprendimos a domesticar animales y vegetales.
Eso nos asentó en lugares favorables para nuestra actividad y creó la necesidad de propiciar acuerdos de convivencia.
Fue necesario plantearse un ideal común y convenir en normas para funcionar lo mejor posible como animales sedentarios, que nunca habíamos sido.
III
La ciudad, la polis que decían los griegos, es el acuerdo de convivencia entre muchos, provenientes de todas partes y con diversidad de intereses y apetencias.
Esos acuerdos, a veces estrechos e incómodos, nos erigieron ciudadanos.
Inventamos mejores herramientas, especializamos el trabajo y creamos números y letras.
Antes de construir una urbe, fue imprescindible acordar una ciudad.
Invocando a los dioses, los hombres imaginaron caminos para un porvenir de bienestar, unas condiciones de vida que favorecieran a los suyos.
Buscaron acólitos y se lanzaron a la lucha por el poder que les permitiera conducir los destinos de los ciudadanos, según su agenda.
La ciudad es la expresión fundamental de lo político.
Sin ciudadanía no es posible la política; una actividad que plantea la búsqueda permanente de caminos al bien común, pero con la dificultad de que no todos ven los mismos caminos, ni reconocen bienestar en las mismas condiciones…
IV
Aceptar la naturaleza política es apreciarnos desde las diferencias y propiciar acuerdos que aproximen nuestras visiones del bienestar ciudadano.
Se crean y se invocan nuevos dioses o nuevos ideales para convocar seguidores y aglutinar fuerzas.
Se perfeccionan los mecanismos para alcanzar el poder de forma aceptable para todos, ganadores y perdedores.
Se mejoran los sistemas de expresión de voluntad.
No habría paz sin la política.
Hacer política, es una responsabilidad de gran envergadura.
Por eso no conviene dejar ese oficio en manos de improvisados o advenedizos…
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ResponderEliminarEl dilema Bro. Es saber identificar quien es el improvisado y para quien lo es... La igualda seguira siendo una utopia... Quien mejor le cante a los desvalidos, sera el politico con suerte que ha encontrado una beta.... Somos lo que somos... Ni la educación en abundancia corrige esta fatalidad de nuestra especie.
ResponderEliminarMuy buen artículo, para que la política y la sociedad funcionen de la mejor forma posible es bueno hacer entender que la participación de de todos los que habitamos una nación, (por no hacerlo más global) tenemos por igual el derecho a la participación en la vida pública, pero de igual forma la dosis de responsabilidad.
ResponderEliminarSencillo y directo Carlitos. Me encantó !
ResponderEliminarMuy buena reflexión, Carlos. Gracias por compartirla (Manuel Pulido)
ResponderEliminarMuy elocuente la reflexión. Es tentador decir que es válida hoy más que nunca, pero la verdad es fue, es y seguirá siendo válida la expresión "(...)no conviene dejar ese oficio en manos de improvisados o advenedizos…".
ResponderEliminarGracias por compartir. Claudia Rangel.
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