martes, 30 de abril de 2019

Tirar la parada...






La frase no me es ajena, está en las raíces de mi infancia. 
Pero hace unos pocos años me la volvió a traer Enrique Bond, que en paz descanse.
Él, que no se emparentaba con el célebre James, pero si conmigo, llevó la conspiración en su sangre por los poco más de ochenta años que vivió.
Un día me dijo que llega un momento en que a los líderes, quienes llevan el frente de los movimientos difíciles, les toca decidir si la situación está madura para voltear las condiciones y apoyar el cambio que defina el rumbo hacia la visión que ellos proclaman.
El momento de "tirar la parada".
¿Cuántas conversaciones y secretos conciliábulos con gente de luz y de oscuridad?¿cuántos compromisos amarrados al futuro incierto?. 
La jugada  maestra que lo define todo en un lance.
Los que salimos también tiramos nuestra parada, sopesando riesgos y venciendo temores. Pensamos en quienes queremos y en quienes quisiéramos proteger. Pensamos en riesgos de regresar, porque sabíamos que sería una salida diferente.
Saboreamos el miedo...
Ya afuera, en el acre del gas, el mismo de antes, hace cuarenta años (si, pasa el tiempo), el armar del micro mundo, el acordar puntos de encuentro, el sugerir qué hacer si viene la estampida del pánico.
Al final, el juego se decide por la capacidad estratégica de los líderes, y los seguidores contamos con la sensatez de sus acuerdos.
A veces el desenlace no es obvio y solo queda la esperanza de que celebraremos, a la salida de acontecimientos que se desenvuelven enredados en su propio torbellino, inalcanzable por quienes nos movemos en el común.
Solo queda confiar...
Estuvimos en la calle, respondimos al llamado en razón de lo que juzgamos el deber nuestro. Volveremos todas las veces que se nos convoque, pero sin perder de vista que en la realidad política de nuestro momento, como diría el negro Bond, estamos tirando la  parada.