A la dignidad de ciudadano se puede acceder de diferentes formas, según lo dicte lo que en las tradiciones del norte llaman la ley de la tierra.
Pero lo que
tiene de común la condición, es que ella conlleva derechos y deberes para con la
sociedad que la confiere.
En ese intrincado mecanismo, distingo como una
expresión depuradísima del avance de las sociedades, la decisión de otorgar
ciudadanía automática a quienes nacen en el territorio.
El mero hecho de nacer
en países con esa alta vocación confiere derechos de participación sociopolítica
a todos por igual, según las condiciones que establezcan las leyes. Así, sin
más.
En 1945 los venezolanos amanecíamos de una prolongada noche en que nos
habíamos sumido por casi cuarenta años.
Eran los tiempos en que emergía Acción
Democrática, partido político fundado en 1941, en el amparo de las aperturas de
la Carta del Atlántico, y que representaba gran parte de la fuerza opositora al
oprobio en que se había sumido la nación bajo la dictadura gomecista.
El partido
del pueblo, como se autodenominó, escogió entre los símbolos principales de su
vocación civilista y reivindicadora a Juan Bimba, personaje creado hacia mediados del siglo XIX para ilustrar al venezolano desposeído, al "pata en el suelo".
Juan Bimba se hizo protagonista y en un arabesco histórico se convirtió en la
expresión denotada de la ciudadanía en el país que alumbraba y que iniciaba los
caminos de la democracia.
No sabían en 1945, ni en 1947, esos adalides de Juan
Bimba, que el despotismo agazapado volvería para envolver a la nación en nuevas
sombras y nuevas miserias de persecución y muerte, de pérdida de la dignidad
ciudadana, por una década.
Juan Bimba se tuvo que encarnar en cada miembro de la
resistencia, en cada luchador social, cada perseguido, cada encarcelado, cada
torturado.
Hoy, luego de dos años de una arbitraria privación de libertad,
realizada sin apego a ningún procedimiento legal, fue liberado su tocayo de
apellido catalán, el diputado Juan Requesens.
Quiero leer de este suceso un
augurio de buena esperanza, similar al que visualizó Juan Bimba en los
amaneceres del 19 de octubre en 1945, y del 24 de enero de 1958. Quiero pensar
que soplan vientos ciudadanos y que el camino se endereza para conducir a la
honra de los derechos de todos, en igualdad de condiciones ante la ley.
Quiero
invocar la fuerza de esos días en la liberación de Juan Requesens.
Veremos...