martes, 2 de abril de 2019

Mala siembra...


Arturo Úslar,  un prominente venezolano de su tiempo, que demostró que el talento y la alta competencia se sobreponen a toda adversidad dijo, cuando le presentaron a Hugo Chávez, otro venezolano que demostró que la falta de talento y la imbecilidad pueden crear adversidades más allá de cualquier medida, que se había topado con la ignorancia delirante.
Y fue así. En estos tiempos de oscuranas me viene ese pensamiento de cosa sin solución, porque no vale de mucho mirar sobre ese pasado.
Dicen que debe uno respetar a los muertos, aunque no hayan tenido la dignidad de ganárselo. Es como si el fallecimiento lavara los excesos.
Pero es inevitable recordar a ese desmesurado de la estupidez y la mala fortuna cuando tiene uno que soportar tanta precariedad producto de la peor combinación de ignorancia, soberbia, corrupción e incompetencia que haya conocido la república en su corta vida. 
No puede haber dudas de quien creó estas calamidades.
El megalómano, vencido por la vida, inconforme con el desastre ya sembrado, dejó como sucesor a Nicolás Maduro, de quien la historia no podrá tener compasión.
El país, y esperemos que no la república, se nos viene abajo, mientras este insólito engendro de todo lo peor parece no darse cuenta del supremo desprecio que fomenta y el daño catastrófico que causa.
¿Qué habrá que hacer, qué tendrá que pasar para que cese este pésimo momento?
La sabiduría popular nos propone una sentencia orientadora:
"Amanecerá, y veremos"...
En mi opinión ella entraña una certidumbre inconmovible y de doble entrada. 
Por un lado, sabemos que amanecerá; no existe otra posibilidad. El sol saldrá y seguirá saliendo, sin que ninguna voluntad pueda torcer ese designio. Lo sabemos desde adentro, desde donde nadie puede condicionarnos. 
Esa certeza, vinculada con la otra, la que sentencia que nosotros veremos la luz de ese amanecer, es potente en extremo.
Veremos ese amanecer y lo mejor es que saldremos cada uno a ocuparnos de lo que sabemos y a hacerlo bien, por todos…