domingo, 26 de abril de 2020

El continuo de la esperanza


Corren los días de cuarentena y no podemos escapar de la sensación de vivir un momento impuesto. No lo esperábamos y, peor aún, no estaba en nuestra perspectiva de posibilidades.
La situación llegó e instaló en nosotros nuevas formas de vida y convivencia; nos planteó desafíos de creatividad y adaptación que nos han ido llevando a la convicción de que la "normalidad " a la que regresaremos en algún momento será diferente de la que conocimos.
Ciertamente la pandemia es una coyuntura, pero por sus características y su duración prolongada, sembrará en lo estructural nuevas prácticas y enfoques de muchos aspectos de nuestra vida cotidiana. 
Estamos adquiriendo nuevos hábitos e incorporamos nuevos aprendizajes a nuestras formas de hacer las cosas y relacionarnos con los demás y con nuestro entorno.
Emergerá un mundo distinto...
Los estados de ánimo son expresiones de la interioridad que marcan cómo nos vamos sintiendo según como vamos asimilando lo que nos va sucediendo, y condicionan nuestra respuesta y disposición a emprender cada día.
Claro, en un mundo de relacionamiento activo y hasta hiperactivo, las oportunidades de soslayar un estado de ánimo desfavorable y movernos a otro eran muchas, y podíamos variar simplemente con desplazarnos y encontrarnos con otras personas en otros lugares. Ya eso nos ayudaba; al distraernos, alejábamos malestares...
Ahora, estando confinados actualmente y, de seguro, físicamente distanciados por un tiempo largo, estamos ante el desafío de encontrar nuevas formas de superar los estados de ánimo desfavorables. 
Socialmente hay y habrá menos oportunidades de abrazos reconfortantes o de encuentros y fiestas, paseos y excursiones grupales, bien por decisión, bien por restricción o, inclusive, por prohibición.
Igualmente, lo laboral se encontrará con obstáculos si pretendemos retomarlo del mismo modo en que lo dejamos.
Cada día nos toca transitar por fuentes alentadoras y desalentadoras sobre lo que estamos viviendo. 
Las redes sociales nos bombardean con todo tipo de mensajes y noticias verdaderas y falsas, que nos infunden pesimismos y optimismos que se alternan a cada segundo y nos obligan a decidir cómo queremos sentirnos, según como interpretamos esa lluvia incontenible de mensajes electrónicos.
Transitamos un continuo que va desde la desesperanza, el resentimiento y la resignación, hasta el entusiasmo, la aceptación y la esperanza.
Es nuestra responsabilidad buscar los mecanismos para desplazarnos hacia su lado más luminoso y evitar, en lo posible, las acechanzas del desánimo, que no conducen a ningún buen destino.
Descubrir nuestro potencial renovador y encontrar nuestras fortalezas adaptativas, compartirlas con los demás, para intercambiar provechos es, en mi opinión, la tarea diaria de los nuevos tiempos.