jueves, 1 de octubre de 2020

3 aires de Octubre

 
I


En la serranía andina la niebla se enseñorea e impregna los poblados de aires misteriosos que incitan la imaginación de los hombres y les resabia el carácter. 
Por el día de la raza, en 1858, uno de esos poblados, llamado Capacho, vio nacer a Cipriano Castro, cuyo temperamento telúrico dará que hacer en Venezuela. 
Su pequeña estatura y sus ínfulas le valieron el apodo de "el cabito", traducción del usado por sus detractores para mofarse del gran Napoleón. 
El país estrenó el siglo XX bajo gobierno de Castro, que se vino con cincuenta y nueve de sus coterráneos al frente de la Restauradora, su revolución, que pudo ser una más de las tantas que por aquellos ratos sucedían. Pero no, lo de Castro cambió el curso del país, y dio inicio a una transformación profunda que, a trancas y barrancas, entre bailes y festines, fue abriendo caminos a la modernización de una tierra empobrecida y conmocionada por las guerras de los caudillos. 
Cipriano trajo a los gochos, que vinieron para quedarse...                                                                      
II 
Para 1945, se cerraba, la autocracia reatauradora. 
El 18 de octubre se dio el alzamiento que desplazó al último representante de la hegemonía andina que se instauró al alba del siglo. 
Momento fulgurante y de gente ocupada en rápidas actuaciones. 
El país tomaba rumbos de república y sus primeros líderes civiles asumieron las máximas responsabilidades de conducción. 
Y mientras las luces de la igualdad de derechos se abrían camino, crecían las sombras agazapadas, que darían su zarpazo tres años después, en 1948. 
Pero el germen quedó sembrado y el pueblo parió libertad una década después... 

 III 
El penúltimo día de Libra de 1952, en una calle de San Agustín del Sur, en la Caracas subyugada por la dictadura, quedó Leonardo Ruiz Pineda, líder de la resistencia. 
No acalló el clamor el asesinato de octubre, y el pueblo siguió buscando los cauces de liberación que desalojarían a la tiranía un poco más de cinco años e infinitas desventuras después... 
No había cumplido 36 años, y ya había transitado roles de extraordinaria responsabilidad para la forja de la nación. 
Se le atribuyó gran capacidad organizativa, carisma y don de mando. Se proyectaba como una figura central en la Venezuela que renacería. 
Las balas detuvieron eso, pero agigantaron su figura y la proyectaron como símbolo vigente más de medio siglo después...