domingo, 2 de octubre de 2022

Tragedia de la incomprensión

                                                                       
 I
Alguna vez tuve el privilegio de escucharle al doctor Germán Carrera, historiador venezolano de máxima estatura, que don Rómulo Betancourt lo había consultado con una pregunta que, quizás, lo desvelaba. 
Betancourt, político sólido y probado, formado en las fuentes del materialismo dialéctico, se andaba preguntando por aquel tiempo si él sería histórico.
Proponer una respuesta sumió al erudito en una investigación profunda que nos regaló, al correr de tiempo, una más de sus obras: Rómulo histórico.
II
Ningún político puede escapar a la ambición de pasar a la historia, de marcar su huella para generaciones por venir.
Es un rasgo esencial para conformar ese perfil humano.
El torbellino del tiempo va envolviendo las hechuras de los hombres y hace desaparecer la mayoría, transformándolas primero en recuerdos y nostalgias; y, eventualmente, condenándolas al  olvido.
Muy poco queda de esa refinería extrema. 
Solamente las muy grandes obras persisten.
Los políticos lo saben y de allí su empeño por los actos trascendentes, los que puedan volar por encima de las cercas de ese demolición.
Los políticos quieren ser telúricos…
III
En octubre de 1922, hace cien años, en la hacienda “La Argentina” en la Vega de La Pipa, aledaña al poblado de Rubio, en Venezuela, nació Carlos Andrés Pérez. Alguien quien daría que hablar…
No hay forma de concebir a CAP fuera del marco político, porque desde la adolescencia hasta la muerte no fue otra cosa.
El recorrer es largo en años y prolífico en roles y ejecuciones.
Hablamos de un organizador, de un luchador, de un visionario, de un soñador.
Una figura incansable persiguiendo su idea de país y de democracia.
Una fuerza que llegó a creerse invencible…
Emergió desde su incorporación al Partido Democrático Nacional a los 16 años y la legalización como Acción Democrática dos años después,
hasta ser dos veces presidente del país, por vía electoral.
Se fue un día de Navidad cuando contaba 88 años.
IV
La reciedumbre de los políticos venezolanos del siglo XX tiene que ver con la dureza de la fragua en la que se formaron.
Conspiraciones, cárceles, destierros, persecuciones, obligaban a renuncias fundamentales que templaban el carácter y fortalecían las convicciones y el sueño por alcanzar y sostener el poder, para construir un país mejor y legarlo al porvenir.
Aprendieron sobre lealtades y sobre traiciones.
Supieron del valor de lo sencillo y del falso resplandor de las adulancias.
Crecieron compartiendo dolores y esperanzas que superaban las diferencias ideológicas y hermanaban con lazos poderosos.
Quizás esa fibra de gigantes llevó a algunos a sentirse imbatibles.
Quizás CAP fue uno de ellos, víctimas de sí mismos.
V
No es lo mismo declarar los valores democráticos que practicarlos.
Más difícil aún es hacerlo desde la soberbia del poder.
Una medida para saber si CAP lo hizo pudiera encontrarse en sus realizaciones, las que probablemente superen los juicios circunstanciales del momento, las que quizás tengan oportunidad de trascender su tumultuosa contemporaneidad.
Habrá que ver…
VI
Pasar a la historia es un trance difícil.
El torbellino del tiempo disuelve las ambiciones y su fino cedazo solo deja mínimos tesoros.
CAP fue uno de los “hombres de carbón”; quienes, en sus palabras: “hemos tenido que quemarnos para crear el país”.
Nunca mejor dicho…