martes, 9 de junio de 2020

Mal gobierno


Cuando pienso en el gobierno, aparecen ante mi una serie de elementos que se coordinan y producen resultados que nos abarcan a todos quienes formamos parte de una colectividad, local, regional, nacional, mundial…
El gobierno, a cualquier nivel, tiene un rasgo característico: el ejercicio del mando.
Para gobernar hay que mandar, no me cabe duda; así que el punto es, más bien, entender de dónde emana la fuerza que sostiene el mando, para entender el tipo de gobierno.
El mundo ha evolucionado y las fuentes del mando se han sofisticado con el tiempo.
En un pasado remoto no había discusión y mandaba quien tenía más fuerza y poder físico, cosa que se verificaba mediante el enfrentamiento de los contrincantes, sin mayores fórmulas.
Pero fuimos evolucionando y los más débiles descubrieron que si alzaban sus voces al unísono, podían obtener fuerzas alternativas que hacían que el gobernante tuviese que prestar atención, y negociar espacios de poder y decisión. 
Tomó milenios, llegar aquí…
Evolucionó la noción de gobierno, y al mando, puro y simple, hubo que ponerle apellidos que le actualizaran el propósito. 
Ahora es un ejercicio por delegación y su función es el servicio al común.
Entenderlo de otra manera es, como mínimo, una temeridad que solo puede provenir de la ignorancia y la carencia de sensibilidad.
Quienes buscan gobernar a la fuerza, como nuestros antepasados, no son solamente anacrónicos accidentes pasajeros, portadores de infortunios; rémoras de un tiempo que ya no existe.
Son, realmente, una morisqueta histórica.
La mala careta de un teatro que pasó de moda y que, al resistirse, solo logra afianzarnos en la convicción de que así no es, que ese no es el camino.
Ya sabemos que la historia no avanza en línea recta y que sus meandros pueden ser muy extensos. 
Pero es inevitable que su curso se mantenga en la dirección del bien común, porque ese es el mandato de cualquier especie; la esencia de su supervivencia, la base de su instinto de conservación.
Por eso me parece fútil hablar de esperanzas de cambio cuando vivimos malos gobiernos.
Propongo que hablemos desde la certeza. 
El mal gobierno terminará, simplemente porque así será.
El mal gobierno terminará porque ese es el imperativo de la historia.
Se irán los mandones de toda ralea, en cualquier parte.
Se les irán deshaciendo los mapas, y llegará el día en que no podrán regresar jamás.