domingo, 21 de julio de 2019

Escribir para la historia

En 1961, un hombre atrapado en las redes del gran poder que detentaba, debatiéndose en contradicciones propias de su naturaleza individual y haciendo cálculos temerarios de su capital político, se presentó frente a los representantes de su pueblo y, entre varias cosas de importancia en aquel momento, dijo:
"...creo que esta nación debe proponerse alcanzar la meta, antes de que esta década se vaya, de posar un hombre sobre la luna y traerlo de vuelta a la tierra a salvo..."
El último 20 de julio de esa misma década, justamente hace cincuenta años, Neil Armstrong marcó la huella de su bota sobre polvo lunar...
Allá quedó una placa que estableció que en ese sitio, hombres del planeta Tierra habían llegado a la Luna por primera vez, que habían venido en paz, en nombre de la humanidad. 
Plantaron su bandera, y dejaron una rama de olivo de oro y un disco con grabaciones... 
No sabía Jhon Kennedy, que a pesar de su energía y poder, no vería el amanecer del año 64, cegado por balas de asesinos.
Menos vería la hazaña que su discurso impulsó, casi con aires proféticos, ni la espiral de avances que la exploración espacial creó, ya metida en esa nueva etapa que rompió los lazos de la timidez humana.
Podríamos decir que la llegada a la Luna marca un hito en el progreso.
Se que muchos querrían discutirlo, pero no creo que sus argumentos tendrían mucho combustible. 
Fue un paso gigantesco.
¿Sabría ese hombre de Massachusetts, cuando redactaba aquel discurso, que estaba escribiendo para la historia?