sábado, 31 de octubre de 2020

El voto

 


Sopla un aire diferente en tiempos de elección.


Se habla, se discute.

 

En el extremo, se lucha y se pelea…


Es una agitación emocional. 


La razón cede su tronío a la pasión, y se desbordan los argumentos y las acciones.


No es para menos.


Saben los hombres que cuando el carro de la sociedad debe tomar un camino entre varios, deja atrás posibilidades que quizás no vuelvan a encontrar cauce.


Al menos no de la misma forma…


El derecho a votar ha costado tanto.


Es una conquista signada por momentos difíciles de imaginar en tiempos y lugares donde el derecho parece ya cosa ordinaria.


Pero hay sangre y sacrificio de muchísimos tras esa fiesta de la civilidad.


No siempre se ha podido elegir. 


Más ha sido el tiempo de las imposiciones, y muchos lo dejaron todo en el camino para lograr que hoy veamos el sufragio como moneda corriente.


No se trata de una conquista simple.


No es una noción aislada, constreñida al mero acto de ir a depositar el voto. 


Hay condiciones para que el todo adquiera el sentido requerido:


Todas las opciones deben concurrir en igualdad.

 

No puede haber más ventaja que la de los recursos del discurso, de la capacidad de persuasión y convocatoria, libremente ejercidos por todos.


La coacción, la extorsión, el chantaje, o cualquier forma de sometimiento, son improcedentes.


No puede haber imposición de fuerza.


La decisión de votar cada vez que se nos convoca requiere de consideración.


Quizás deba preguntarse el sufragante qué valida con su voto.


Según lo que se responda en ese  acto íntimo de la conciencia, el ciudadano debe decidir si manifiesta su voluntad votando, o dejando de hacerlo…