lunes, 19 de abril de 2021

La soberanía interina


Para el momento del que hablamos, el hombre tiene 37 años de edad.

Su vida ha transcurrido curtiéndose de fe y conocimiento. 

Es católico practicante y doctor en derecho canónico y civil, ya desde hace tiempo.

Muchos atributos le adornarán, para la historia que habrá de escribirse en el porvenir.

Desde hace dos años los vientos de una guerra de liberación recorren España, obligando a constituir y disolver cortes que asumen el gobierno, que se desplaza por todo el territorio peninsular, huyendo de los avances del usurpador Bonaparte.

El caso es que este Jueves Santo, en la villa de Caracas, se precipitan acontecimientos señeros.

Le toca a Juan Germán Roscio redactar el documento, breve pero de huella honda, que proclama la voluntad de los provincianos de Caracas, desde hace muy poco tiempo ciudadanos de España, de erigirse representantes directos de los derechos del depuesto rey Don Fernando VII, en manos de los invasores franceses, allá a más de siete mil kilómetros de distancia.

Asumieron la soberanía interina. 

Al renunciar a reconocer los mandatos de Cádiz, argumentando falta de certezas, la Provincia de Caracas, en la Capitanía General de Venezuela, le da yesca a una mecha que no se apagará hasta la salida definitiva de los ejércitos españoles de toda tierra firme americana, más de quince años después. 

Guerra larga, en tiempo, en muertos, en distancias recorridas…

Un día como hoy, el Jueves Santo de 1810, el Mariscal de Campo Don Vicente Emparan, renunció a su cargo y depositó el mando y conducción de la Capitanía General en el cabildo. 

Todas las demás autoridades de significación fueron también destituidas.

Escribió Roscio: “y abierto el tratado por el señor Presidente, habló en primer lugar después de su señoría el diputado primero en el orden con que quedan nombrados, alegando los fundamentos y razones del caso, en cuya inteligencia dijo entre otras cosas el señor Presidente, que no quería ningún mando, y saliendo ambos al balcón notificaron al pueblo su deliberación; y resultando conforme en que el mando supremo quedase depositado en este Ayuntamiento muy ilustre,…”

(Acta de la reunión del cabildo de Caracas el 19 de abril de 1810).