domingo, 6 de junio de 2021

Viejos cuentos...



Hay relatos antiguos que, por serlo tanto, se hacen imprecisos y nos llevan a senderos donde no es fácil discernir lo real de lo fantástico.
Hay, también, que esos viejos textos que buscaron recoger la historia, fueron escritos en lenguas desaparecidas…

Pero sus evocaciones se filtran por las rendijas del tiempo y su vocación didáctica nos alcanza con una efectividad que quizás sea eterna; lo que, probablemente fue la intención de los escribas.

Goliat medía nueve codos y un palmo, dijeron quienes lo reseñaron (eso, en medidas actuales, equivale a 2,97 metros).

Era un gigante.

Dicen que, lo más probable, fue un mercenario al servicio de los ejércitos filisteos, que por aquellos tiempos borrados en las arenas de los siglos, ocuparon lo que hoy llamamos la Franja de Gaza, guerreando contra egipcios y contra judíos, en esa gesta eterna de los humanos por ocupar territorios y preñar la tierra con sus estirpes.

David era pastor, quizás en su tardía adolescencia o muy temprana adultez. 

Hijo de la tribu de Judá y, ya para ese momento, dicen que ungido para grandes designios; cosa que demostrará lo deparado para él hasta su muerte, muchos años después.

Sabemos que los ejércitos acampaban, indecisos para dar batalla, y que cada día Goliat retaba invitando a que los judíos designaran un contendor digno, y decidir el destino de la guerra en un combate singular, que zanjara el asunto con la mínima sangre. 

Dicen que persistió cuarenta días, hasta que recibió su respuesta…

Imagino su soberbia, caminando al descampado, armado hasta los dientes, guerrero curtido de innúmeras batallas, desde sus tres metros de estatura, cuando vio al pastor imberbe, embutido en su sayo, viniendo hacia él.

También imagino el miedo de David ante el gigante que avanzaba, imagino su temblor mientras giraba su honda…

La piedra dio en el blanco para que la historia nos alcanzara con su mensaje de virtud.

Nos enseñaron desde niños que la justicia corresponde a los menos favorecidos; que los más débiles deben ser protegidos y que exhibir fuerza desproporcionada, no dirime diferencias, sino que las acentúa. 

En el relato del enfrentamiento de David contra Goliat no nos dejan dudas sobre de qué lado está la justicia. 

No pareciera que tiene sentido discutir sobre la contundencia demostrada por la victoria del débil ante el fuerte, que quería avasallar…  

El polvo de milenios sigue aventando discordias por aquellas tierras, los rangos de opresores y oprimidos han variado en los años.

Me asalta una pregunta desveladora: ¿En qué momento se trastocó el relato e hizo que la justicia esté ahora del lado de Goliat?