Encuentro que no es lo mismo hablar que parlamentar.
Lo primero lo hacemos constantemente, casi como un gesto instintivo, en nuestro afán de comunicarnos, a veces bien, otras veces no tanto.
Es el fluir espontáneo de las palabras buscando alcanzar a los otros e impregnarlos con nuestros significados.
Hablamos hacia adentro y hacia afuera, sin parar.
Para parlamentar, en cambio, hace falta diseño y estructura; hacen falta acuerdos previos y reglas que permitan el intercambio de ideas con sentido productivo.
Se requieren pausas para reflexionar y para asimilar los puntos de vista y las propuestas divergentes de las nuestras.
Es necesario analizar y hacer ejercicios de empatía; es necesario visualizar el bien común, por encima de la mezquindad de los intereses propios.
Se trata de la búsqueda de acuerdos que permitan resolver las diferencias que surgen del roce social entre muchos, que necesitan ventilarlas y procurar identificar vías que resuelvan, para la mayor satisfacción de las aspiraciones de todos, idealmente o, por lo menos, de la mayoría.
Creo que una de las máximas imprescindibles del parlamentarismo es la necesidad de admitir al otro, al diferente, al disidente; se trata de respetarlo y de reconocer una legitimidad diferente a la nuestra y de abrir la mente y el corazón para considerar sus planteamientos desde esa legitimación y desde ese respeto.
Si creo, sin embargo, que para parlamentar primero es necesario haber conversado, que es ese acto de combinar el habla y la escucha para producir entendimiento.
De las conversaciones para coordinar la plataforma de parlamento es de donde deben surgir los marcos de referencia que deben regir y los compromisos de honrarlos.
Para ello hace falta una alta dosis de honestidad intelectual y sentido ético, que emerjan con contundencia cada vez que la intolerancia o el sectarismo quieran imponerse por la fuerza y aplastar las posiciones de los demás.
Por los tiempos que corren, donde el mundo parece devuelto a un escenario de confrontaciones permanentes entre posiciones que se radicalizan hasta el punto de hacerse irreconciliables y que solo atinan a buscar soluciones mediante la anulación de los adversarios, creo que valdría la pena volver a mirar esa concepción alternativa a los misiles y a las mazmorras, en la que personas puedan encontrarse a parlamentar.
Me pregunto, si no retomamos ese camino, ¿dónde iremos a parar?
Te felicito Carlos por el contenido de tu articulo. Parlamentar es algo muy necesario en los actuales momento que vive el pais. Abrazos Rafael
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