sábado, 18 de octubre de 2025

80 años de la Revolución de Octubre


 “Viene esto a reemplazar aquello otro de los caudillos señeros y de los clanes hegemónicos, de actuación personalista, que de tantas arbitrariedades y torpezas nos hizo víctimas…”


Rómulo Gallegos - discurso de toma de posesión como Presidente de la República en 1948.


I


Eran jóvenes en Barranquilla, rozaban los veinte años pero ya el destierro los curtía.


Sus tobillos conocían la mordida candente de los grilletes y sus ojos la bruma de las mazmorras.


Ya el aliento fétido de la tiranía había provocado arcadas en sus vísceras.


Cuando escribieron su manifiesto supieron que era un pacto para siempre.


Era un documento que los hermanaba en la simplicidad del texto y la gravedad del compromiso.


Soñaban con la libertad de su tierra ensombrecida.


II


Intentaron la generosidad los herederos del tirano.


Tanta crueldad habían visto, que se sintieron magnánimos y creyeron, con sinceridad que los llegó a honrar, que en sus manos estaba el porvenir que todos querían.


Pero no era así. Había límites que su voluntad no podía comprender, sometida por las prebendas de décadas en el poder horrendo.


No alcanzaron a entender que los hombres para ser verdaderamente libres deben tener derecho a elegir su destino y, para eso, es imprescindible que sean ellos quienes designen sus gobernantes.


Pero dejaron que los exiliados vinieran, con sus sueños arropándoles y la voluntad de luchar por sus ideas hasta el sacrificio.


El poder permitió la organización de partidos políticos y sindicatos.


Cuando quiso volver a cerrar esa puerta, comenzó a descender hacia el abismo.


III


Vinieron nuevas cárceles y destierros. También clandestinidad. 


La historia acumula secuencias de sucesos y, de repente, parece dar un salto inesperado, que rompe la marcha sosegada de los días y revuelve todo.


Los muchachos de Barranquilla median ahora la treintena de edad, y su esperanza de tránsito pacífico había perdido la cordura una mañana en el Hotel Ávila de Caracas.


Un contacto nocturno, reuniones secretas entre conspiradores inexpertos, ponderación de posibilidades, cálculo y decisión.


Los sables se alían con las ideas.


Corre sangre cuando se precipitan los hechos el 18 de octubre, pero priva la prudencia y la tormenta se aplaca rápido.


Pasa la página de la tiranía.


IV


Hay ocasiones, en que la esperanza viste ropajes ajenos y extraños que pueden confundirnos.


En tales coyunturas hay que sobreponerse a los aires del desaliento y abrigarla en los lugares recónditos donde su brillo se preserve hasta que pueda aparecer y resplandecer ante todos.


Debe haber sido así por aquellos tiempos, en que las locomotoras de la historia rugían como dragones enfrentados con fiereza.


Desvelos y planes. Unos abrigando ambiciones secretas, otros buscando materializar ideas libertarias.


El pueblo es nuevo señor y su voluntad la plasman los escribas que él designó.


Su voz se va haciendo ley de la tierra.


V


Todos tuvieron derechos. 


Eligieron un conductor de sus designios y celebraron fiestas tempranas.


Mientras, la nocturnidad comenzaba a tejer su madeja de ambición pervertida, en algún hoyo olvidado por la embriaguez prematura de los soñadores.


Aunque fue corta, la experiencia sirvió.


El sabor de la libertad se quedó prendido en el espíritu popular que volvió a abrigarla en resistencia secreta, hasta que llegara la luz de nuevo.


Va y viene ese remecerse de los tiempos, y los hombres de Barranquilla, ya en la cuarta década de sus vidas, volvieron a cárceles, exilios y cementerios.


Hubo que volver a arropar la esperanza.


Retornó la clandestinidad.


Aquellos hombres que ya partieron dejaron su sueño como legado de raíz profunda que siempre retoña.


Solo hace falta algún rayo de sol. 

domingo, 21 de septiembre de 2025

Patente de corso




El tiempo se hace ignominioso y puede arroparnos con sus aires de mal presagio si lo permitimos.

Cabe preguntarse cómo hacer frente a los avances de la barbarie que crece como una infección letal y va ocupando espacios cada vez mayores del planeta, con ropajes engañosos, con palabras que hablan falso, con músculo servil y enceguecido de soberbia.

Es un caso difícil.

Hubo un tiempo, que quisiera se hubiese esfumado en las tinieblas, en que se institucionalizó el ultraje en nombre de la defensa de naciones imperiales que competían por el señorío de los mares y tierras del mundo.

Los soberanos expedían licencias para que los piratas y los filibusteros, desangelados seres que no conocían sino la crueldad más abyecta y la violencia superlativa, operaran sus naves felonas ondeando los estandartes de esos reinos, como legítimos representantes.

Se denominaban Cartas de contramarca o Patentes de corso y convertían a los delincuentes de todos los mares, en representantes de órdenes imperiales llamados corsarios.

Investidos de legalidad los corsarios saqueaban y mataban invocando los derechos de sus soberanos.

Se convirtieron en una de las plagas más siniestras de su tiempo; prolongado período de indignidad.

A veces sucede que los descuidos de la especie, confiada en las comodidades que los avances del conocimiento van otorgándole - a unos más y a otros menos, admitimos - reviven virulencias que se creían extintas, y se descubre que solamente estaban en latencia.

De repente resurgen las apetencias desmedidas por tierras y mares, por ocupar territorios donde pacen otros, y se reavivan las invocaciones a la seguridad y la protección; se amoldan los argumentos para que la historia justifique la gula de los imperios y les permita usar su fuerza impunemente.

No se trata, como me parece que se quiere plantear, de actos de justicia (una de esas nociones que parecen servir para justificar cualquier tropelía en su nombre). 

Se trata de atropello, se trata de abuso.

A los disfraces se les nota lo que son cuando la ebriedad de los disfrazados, borrachos de fechorías, los hace quitarse las caretas, confiados en su poder fatuo.

Y, de repente, plantean construir hoteles turísticos sobre las ruinas y la desolación, sobre decenas de miles de muertos y millones de desplazados; o negociar paz por anexión de tierras ricas; o intentar construir muros imposibles; o satanizar refugiados para perseguirlos sin piedad; o matar gente inerme que podía capturarse sin inconvenientes para saber si cometían delito…

Allí los podemos ver en todo el esplendor de su miseria, espantosos y monstruosos, como son en realidad.

Pasó antes, vuelve a pasar ahora. 

Ojalá sea la última vez.

sábado, 19 de julio de 2025

Espanto





Detonación del artefacto Jack Aeby



En el Condado de Socorro, Nuevo México, quedan Oscuro, Tularosa y Jornada del Muerto, nombres no exentos de cierto aire de western clásico, menos hollywoodense y más italiano - inolvidable Sergio Leone…-

Es todo paisaje de desierto, seguramente de vida áspera, de gente pegada de lo que fue quedando de una tierra que alguna sintió suya.

Por este tiempo, hace ochenta años, esos pobladores despertaron estremecidos.

Era poco menos de las cinco y media de la mañana, cuando todo cambió para siempre.

La prueba Trinity del proyecto Manhattan, la detonación del primer explosivo nuclear de la historia, que corroboró el éxito de los esfuerzos de la física teórica por convertirse en realidad fáctica, abrió un capítulo nuevo y pasó la vida al canal rápido de circulación.

Ya, seguramente, habrá fallecido la inmensa mayoría de esas víctimas anónimas de la prueba nuclear, convalecientes de horrorosos padecimientos radioactivos, aunque los intentos de que el olvido los borre no hayan tenido éxito y siga gente trabajando por mantener la memoria.

Ciertamente cambió el mundo, y la Espada de Damocles dejó de ser. Ahora, podríamos hablar de la Ojiva de quién sabe quién.

Todo esto, para mí, traduce, con harta literalidad, el significado de espanto.

Es una era de espanto, preñada de miedos viscerales que han alterado hasta el sueño, y han instaurado el reino de algo que decidieron llamar estrés, pero que no es otra cosa que una elevada angustia colectiva, un miedo instalado en la propia entraña de la especie.

Y, entonces, apareció el egoísmo, perfectamente disfrazado de instinto de supervivencia, de necesidad de preservación, a toda costa.

Por estos días la noticia me captó. 

Se sembró en mí, sin que haya podido despegarla, a pesar de tanto esfuerzo.

Una declaración del presidente de Francia, una de las siete naciones con comprobado poderío nuclear, sentenció que "para que seamos libres en este mundo es necesario que nos teman y que, para ser temidos, tenemos que ser poderosos". (Julio 13, 2025, en la víspera del día de La Bastilla,  reseñada por la BBC, según mi traducción libre desde el inglés).

Y es verdad, en estos tiempos dislocados, la lógica del poderío de la fuerza bruta, que nos envuelve en la vorágine antropófaga, sugiere la validez de que para sobrevivir nos tenemos que amenazar de muerte.

Creo que se trata de la locura, y me pregunto, para cerrar esta catarsis: ¿No hubiera sido mejor, luego de atestiguar la tragedia de haber desatado los demonios atómicos, invertir todo en educarnos para la paz y la tolerancia mutua, que seguir armándonos “para que nos teman”?

Ahí lo dejo.

sábado, 31 de mayo de 2025

Gaza 2025


A veces, el paisaje se dispone de una cierta manera que despista aún a las miradas más agudas y pasa desapercibido.
Creo que algo de eso pasa con la tragedia que viven los palestinos en Gaza.
Me alcanza ese horror y no se me ocurrió más nada sino plasmarlo en una especie de pasquín de denuncia, para lo que eso pueda servir.











 

lunes, 10 de marzo de 2025

Pecados capitales


El saber es un precioso destilado que, goteando su líquido exquisito, va llenando la inacabable copa donde beben los hombres.

Se expresa en lo que llamamos cultura y tiene formas diversas: arte, ciencia y religión, son, quizás, las tres más conocidas.


A efectos de este escrito, me interesa la religión como vehículo para sistematizar el saber de una manera específica, arreglada a valores y creencias particulares.


Desde antes del cristianismo, los hombres distinguieron que ciertas apetencias naturales, cuando se desbocaban, conducían a cometer excesos que sacaban a las personas de su estar habitual y les hacían comportarse de maneras perjudiciales, tanto para ellos como individuos, como para la colectividad a la que pertenecían.


Encontraron que, de la misma manera que existen virtudes, existen vicios.


Para el momento del que hablo, ya Moisés había bajado con las Tablas de la Ley, y se habían decretado los mandamientos.


Eso no podía reescribirse y, entonces, pensaron que se debía prevenir el avance de los vicios, y enunciaron cuáles de ellos eran la fuente de todos los demás.


Se les llamó “capitales”, y se planteó que, a partir de su práctica, los hombres se precipitan al abismo de lo peor, para condenarse sin remedio.


Los tiempos corren y los aires del libre albedrío, como se interpreta contemporáneamente, han hecho más flexibles las nociones de libertad de pensamiento y acción. Ahora es una especie de “se vale todo”.


La humanidad, a pesar de tantas evidencias que sugieren lo contrario, parece seguir confiando en que la virtud prevalece siempre, y deja que sobrevengan tiempos oscuros a los que suceden tiempos luminosos, en una alternancia que siempre apuesta por períodos de luz cada vez más prolongados.


Quizás sea una ciega fe.


Santo Tomás de Aquino, cuando listó los pecados capitales - que ya para su tiempo se habían condensado en los siete que conocemos -, encabezó la lista con la soberbia, y la hizo seguir por la avaricia. Es decir, que consideró que estos dos vicios constituían los desencadenantes principales de todos los males. No es poca cosa.


La verdad no sé si, al seguir ese extraño girar de la espiral de la historia, la humanidad esté entrando a una era oscura.


Cuando observo la orientación de algunos liderazgos mundiales y escucho sus motivaciones, y las formas, casi de mala caricatura, como pretenden justificar lo indecible al amparo de poderes desproporcionados, con golpes desconsiderados, sin pudor ni vergüenza; me pregunto si no estaremos poniendo la cabeza de la especie dentro de la boca de un león sin amaestrar, al observar que en esta vuelta hay poderío suficiente para acabarlo todo.


Algo me dice - aunque no quisiera escuchar - que los pecados capitales están iniciando una presentación estelar; soberbia y avaricia en los roles protagónicos.

lunes, 27 de enero de 2025

Desafío



Blind man in Belsen, Alan Moore, 1947


De las múltiples cosas que nos dio el siglo XX, ese torbellino caleidoscópico que, podría decirse, estableció una deriva nueva para la humanidad entera, se me ocurre destacar hoy dos aportes: la definitiva disolución de los conceptos absolutos sobre cualquier cosa y, en correlato con eso, la aceptación - progresiva - de la no exactitud de ninguna ciencia.

Pareciera que ese fue uno de esos momentos de cuestionamiento hondo y amplio sobre todo lo que los humanos pensamos y hacemos. Un estremecimiento.


Entiendo que la Historia, ciencia social, no escapó de estas consideraciones y pasó de ser un relato crítico de los acontecimientos, a una reflexión documentada sobre el comportamiento humano en su constante intercambio - ¿enfrentamiento? - con la naturaleza, en la que el historiador admite y acepta no poder abstraerse de sus sesgos y sus juicios frente a los hechos determinados que pretende historiar.


Hay ángulos ante cualquier hecho histórico, pero no se puede ser imparciales cuando esos hechos conducen a laceraciones profundas para la propia especie.


Hay que fijar posición frente a los planteamientos de las ideologías extremistas porque sabemos que conducen a destinos trágicos de gran magnitud.


Hubo uno de esos en la primera mitad de aquel siglo, se le llamó Holocausto, por lo terrible de sus implicaciones.


Hoy se conmemoran 80 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, donde el nazismo asesinó más de un millón de personas en 5 años.


No quiero hablar de eso. Ya muchos y mejores cronistas lo han hecho.


Mi propósito es invitar a mirar lo que está pasando ahora, en el siglo XXI, que ya va terminando su primer cuarto, con el resurgimiento de esas tendencias de pensamiento en los extremos, favorecedoras de la intolerancia y fomentadoras de múltiples formas de discriminación, que llegan a justificar el uso de la violencia contra quienes disienten y estimulan el abuso del poder a gran escala.


Creo que hay que salirle al paso, cada quien con las herramientas de las que disponga; no puede nadie cansarse de insistir sobre los peligros que acechan a la humanidad si retrocede y olvida las lecciones y los aportes - ¿los aprendizajes? -  del siglo pasado.


Principalmente se trata, en mi opinión, de una labor formativa, que propicie el fortalecimiento del criterio de las generaciones emergentes, buscado alejarlas del endiosamiento materialista, de la obviedad inducida por el bombardeo mediático fabricante de narrativas y posverdades; y favoreciendo el desarrollo de la espiritualidad y la hermandad que, unidas con el trabajo productivo y el desarrollo del conocimiento, conducen a la amplitud y al reconocimiento de la legitimidad y la dignidad del otro, para alcanzar convivencia en armonía.


Tenemos que decirle rotundamente no a todo lo que pretenda ungirse de absolutos de cualquier signo, en cualquier parte.


Creo que en eso le va la supervivencia a las próximas generaciones.


lunes, 6 de enero de 2025

¿Post o Neo democracia?



Voy aprendiendo que el significado de las palabras se transforma con el correr del tiempo y la evolución de las sociedades, que les van incorporando matices para adecuarlas a las realidades de su contemporaneidad y al reflejo de sus intereses.

Me parece que una de esas transformaciones que va apareciendo recientemente es la del término democracia, que refiere una concepción de forma de gobierno, pero que, al solidificarse la concepción burguesa del mundo, ya no pudo separarse de la idea de virtud y practicarse como un valor cívico.

Esa particular definición de democracia lleva poco menos de tres siglos de vigencia y ahora parece que empieza a adentrarse a un terreno diferente, porque no suena igual cuando sale de la boca de un liberal, que de un conservador; definitivamente no tiene el mismo sabor cuando la proclaman autócratas o tiranos.


Pero el caso es que todos la pronuncian, la necesitan formando parte de sus idearios, la democracia empieza a aparecer como una especie de diosa en cuyos altares se sacrifica toda clase de corderos.


Se dice que Abraham Lincoln se refería a ella cuando definió lo que él consideraba la justificación de la guerra civil, en su breve discurso de Guettysburg: Gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.


Y aquí aparecen las dos nociones claves que deben sustentar el concepto, uno de manera explícita y otra de manera implícita.


Explícitamente se habla de pueblo y es importante detenernos en este término cuyo significado también evoluciona.


Pueblo es el grupo de personas que tienen capacidad para decidir autónomamente sobre los asuntos comunes que les conciernen.


Es decir, que quienes no tienen la capacidad de participar con base en su propio criterio sobre algo que les afecta, no son pueblo.


Se trata de un concepto excluyente (pensemos, por ejemplo, que hasta ya entrado el siglo XX, las mujeres no podían votar; o que en aquella guerra cuando Lincoln daba su discurso para inaugurar un cementerio, los negros estadounidenses eran esclavos en una porción grande del territorio), que a fuerza de luchas y grandes sacrificios se ha ido ampliando para incorporar más gente progresivamente. Hoy sería difícil pensar que algún sector de la sociedad no forma parte del pueblo. Pero no siempre fue así.


Implícitamente subyace en la definición, y por ende en la idea de democracia, el concepto de libertad.


Quiero decir que solamente es posible que el pueblo tenga la capacidad de darse el gobierno que requiere para atender sus necesidades comunes y ejercer de mandante sobre ese gobierno, que debe rendirle cuentas, si es libre de pensar, deliberar y elegir a los gobernantes, y de relevarlos cuando lo considere.


Es decir, libertad para darse instituciones que regulen la convivencia social y gobernantes que funcionen dentro de ellas.


Pero el mundo gira y los tiempos cambian.


Aparecen nociones que se dicen democráticas pero que reinterpretan los componentes de la definición: pueblo y libertad.


Y entonces solamente es pueblo quien sigue los postulados de los gobernantes, porque la disidencia es perseguida.

Y los inmigrantes pierden la posibilidad de ser pueblo.

Y los diferentes, por cualquier razón, pueden ser perseguidos con alguna justificación.

Y las instituciones se hacen maleables para ajustarse a las necesidades de los gobernantes.

Y se puede perseguir a la prensa.

Y se pueden encarcelar a personas sin procesamiento.

Y se puede ser culpable sin pruebas.

Y…


Creo que van apareciendo dos caminos en la evolución de la democracia: uno hacia algo distinto, que no se cómo será, que rompa definitivamente con la creencia de que ella es un valor y la cambie radicalmente (postdemocracia); otro que la acompañe en una profunda revisión de sus puntos débiles y encuentre los mecanismos para robustecerla y favorecer que se afiance y se proyecte, renovada, hacia un largo futuro, que asegure la paz (neodemocracia).